Cuál es la historia del Mío Cid Campeador: Vida de Rodrigo Díaz de Vivar y sus batallas, incluida Valencia
Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el Cid Campeador, nació a mediados del siglo XI. Las estimaciones más estudiadas oscilan entre 1041 y 1057. Sin embargo, la mayoría de los estudios actuales sitúan su nacimiento entre 1045 y 1050, siendo 1048 la fecha más aceptada.
La tradición sitúa su lugar de nacimiento en Vivar del Cid, a 10 km de Burgos, aunque no existen fuentes contemporáneas a Rodrigo que lo corroboren. La primera mención de Vivar como su lugar de origen se encuentra en el Cantar de mío Cid, alrededor del año 1200, y en el Cantar de las Mocedades de Rodrigo, del siglo XIV.
Algunos describen al Cid como un caballero de baja nobleza que ascendió socialmente. Sin embargo, otros lo describen a Rodrigo Díaz como de «linaje ilustre». Estudios recientes muestran que Rodrigo heredó un extenso patrimonio, lo que sugiere que pertenecía a la alta aristocracia.
Rodrigo Díaz, muy joven, entró al servicio del infante Sancho, futuro Sancho II de Castilla. En su séquito, fue instruido tanto en el manejo de las armas como en sus primeras letras. Está documentado que sabía leer y escribir. Además, tenía conocimientos de derecho, pues intervino en dos ocasiones a instancias regias para resolver contenciosos jurídicos.
Posiblemente, Rodrigo Díaz acompañó al ejército del infante Sancho II en la batalla de Graus en 1063, para ayudar al rey de la taifa de Zaragoza, al-Muqtadir, contra Ramiro I de Aragón. Podría haber ejercido como armígero real, similar a un escudero, ya que sus atribuciones no eran aún las del alférez real descrito en Las Partidas en el siglo XIII.
Pese a su leyenda posterior como héroe nacional o cruzado en favor de la Reconquista, Rodrigo Díaz de Vivar se puso a lo largo de su vida a las órdenes de diferentes caudillos, tanto cristianos como musulmanes. En realidad, luchó en su propio beneficio, convirtiéndose en lo que algunos autores definen como un mercenario, un soldado profesional que presta sus servicios a cambio de una paga, más que un combatiente que lucha por unos ideales. Con todo, su vida inspiró el más importante cantar de gesta de la literatura española: El Cantar de mío Cid. Rodrigo Díaz de Vivar luchó en su propio beneficio a las órdenes de distintos caudillos.
Tras un combate singular para dirimir el dominio de unos castillos fronterizos que se disputaban los monarcas de Castilla y Navarra, Rodrigo Díaz de Vivar venció al caballero navarro Jimeno Garcés, lo que aumentó el prestigio que ya tenía como alférez real en la corte del rey Sancho II.
Tras la muerte de Sancho II en el sitio de Zamora, su hermano Alfonso VI se convirtió en rey y, a pesar del resentimiento que tenía hacia Rodrigo Díaz tras las batallas de Llantada (1068) y Golpejera (1072), en las que el nuevo monarca se vio obligado a refugiarse en la corte musulmana, lo honró concediéndole la mano de la dama Jimena, al parecer hija del Conde Diego Fernández y pariente del propio monarca.
A pesar de su resentimiento hacia Rodrigo, Alfonso VI lo honró concediéndole la mano de su pariente Jimena.
Uno de los episodios más recordados de este personaje ocurrió tras un ataque musulmán a la fortaleza de Gormaz (Soria). Cuando la noticia llegó a oídos de Rodrigo Díaz, sin esperar órdenes del rey, reunió a su ejército y penetró en el reino toledano en busca de los culpables. Aun así, esta acción unilateral interfirió en los planes del rey Alfonso, que decidió desterrar al Cid.
En el año 1081, cuando el rey Alfonso de León se encontraba batallando por tierras toledanas sin la ayuda de Rodrigo, los musulmanes atacaron por sorpresa Gormaz (Soria) y obtuvieron una importante victoria, logrando un cuantioso botín. Cuando la noticia llegó a oídos de Rodrigo Díaz, sin esperar órdenes del rey, reunió a su ejército y penetró en el reino toledano en busca de los culpables. La actuación de Rodrigo en Toledo, ciudad de la que retornó trayendo consigo hasta 7.000 cautivos entre hombres y mujeres, interfirió en los planes que tenía el rey Alfonso para anexionar este territorio sin necesidad de la violencia. A modo de castigo, el monarca desterró al caballero, pero esto no conllevó la pérdida de sus bienes personales.
Tras ser rechazados los servicios de Rodrigo Díaz por los condes de Barcelona, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, el de Vivar decidió ayudar a al-Muqtadir, rey de Zaragoza, en la lucha que mantenía con su hermano al-Mundir, rey de Lérida, Tortosa y Denia, y que contaba con el apoyo de los condes de Barcelona y del monarca Sancho Ramírez de Aragón. Rodrigo Díaz derrotó a Berenguer Ramon II en Almenar en 1082 y cerca de Morella a al-Mundir y al monarca aragonés en 1084. Fue en este período cuando recibió el sobrenombre de el «Cid», derivado del vocablo árabe sid, que significa «señor».
Fue durante su primer exilio y tras derrotar a Berenguer Ramon II y a al-Mundir, cuando Rodrigo recibió el sobrenombre de el «Cid».
En 1086, un hecho trascendental cambiaría la historia de la península ibérica. Un gran ejército almorávide, procedente del Sahara, atravesó el estrecho de Gibraltar. Profesaban una interpretación rigorista del islam y estaban dispuestos a imponerla a sangre y fuego. En noviembre de 1088, Alfonso VI solicitó ayuda al Cid para atacar a los almorávides que sitiaban la fortaleza de Aledo en Murcia. El encuentro entre las tropas de Alfonso y del Cid debía producirse en la zona alicantina de Villena, pero ambos ejércitos, por causas desconocidas, no llegaron a encontrarse.
A Rodrigo Díaz de Vivar se le recuerda como un héroe nacional por haber participado de forma determinante en la llamada Reconquista de la Península Ibérica. Sin embargo, en realidad fue un verdadero mercenario, pues a lo largo de su vida luchó por sus propios intereses, a veces en el bando cristiano y otras en el musulmán.
El Cid montó su campamento en Elche y allí supo que el rey Alfonso, furioso por no haber recibido la ayuda solicitada, lo había declarado traidor. Esta era la máxima deshonra para un caballero, cuyas consecuencias eran terribles: la pérdida de todos sus bienes y el destierro. A partir de este momento, el Cid, convertido en un caudillo independiente, siguió actuando en Levante guiado por sus propios intereses. En 1090, se hizo con el protectorado de todo Levante.
Al-Qadir, rey de las taifas de Toledo y Valencia, pagaba impuestos al Cid, quien usurpaba así los pagos que antes habían pertenecido a Alfonso VI. Ese mismo año el Cid derrotó a la coalición que formaron al-Mundir y Berenguer Ramón II, a los que derrotó en Tevar en 1090, expulsando al conde catalán de la zona levantina.
Conquista de Valencia
Mientras tanto, Alfonso VI, que pretendía recuperar la iniciativa en Levante, estableció una alianza con el rey de Aragón, el conde de Barcelona y las ciudades de Pisa y Génova, cuyas respectivas tropas y flotas participaron en la expedición, avanzando sobre Tortosa (entonces tributaria de Rodrigo) y la propia Valencia en el verano de 1092. Pero el ambicioso plan fracasó y Alfonso VI hubo de regresar a Castilla al poco de llegar a Valencia. Mientras, Rodrigo, que se encontraba en Zaragoza negociando una alianza con el rey de dicha taifa, lanzó, como represalia, una dura incursión contra La Rioja.
En los años siguientes, las campañas para la conquista de Valencia, hasta ese momento en poder de Ibn Ŷaḥḥāf, asesino de al-Qadir, fueron constantes. En 1093, el Cid cercó la capital, que empezó a sufrir privaciones. El ejército del Cid emplazó máquinas de guerra que causaron grandes daños en los muros de la ciudad y, por fin, tras un año de sitio, Valencia cayó en manos del Cid que se proclamó «príncipe Rodrigo el Campeador» el 17 de junio de 1094.
A pesar de la victoria, los intentos almorávides por recuperar la ciudad no cesaron y, a mediados de septiembre de ese mismo año, un ejército al mando de Abu Abdalá Muhammad ibn Tāšufīn llegó hasta Quart de Poblet, a cinco kilómetros de la capital, y la asedió, pero fue derrotado por el Cid en una batalla campal.
Valencia cayó en manos del Cid en 1094, donde se proclamó príncipe Rodrigo el Campeador.
El 10 de julio de 1099 murió Rodrigo Díaz de Vivar a la edad de sesenta y dos años. Su muerte tuvo lugar en Valencia. Según cuenta la leyenda, en lo alto de las almenas que defendían la ciudad de Valencia. Pero la realidad parece que fue víctima de una enfermedad desconocida para la época como la peste bubónica, cáncer o tuberculosis. Otra teoría es que fue envenenado por su hijo Diego, quien quería heredar el título de Cid.
A la muerte del Cid, su esposa, Jimena, mujer de vigoroso carácter, prolongó la resistencia local dos años más antes de rendirse al empuje musulmán. Abandonó Valencia con los restos de su esposo, que enterró en el monasterio de Cardeña para posteriormente, y tras muchas vicisitudes, ser enterrado junto a ella en la catedral de Burgos, donde hoy puede visitarse su tumba.
¿Por qué se dice que el Cid ganó una batalla después de muerto?
Se dice que una vez muerto, el Cid ganó una batalla. Esta batalla se llevó a cabo en el año 1099, en el que el ejército cristiano de Castilla liderado por el Cid se enfrentó al rey musulmán de Zaragoza, al-Muqtadir. El ejército musulmán fue mucho más numeroso, pero el Cid consiguió una victoria para los cristianos.
La leyenda dice que el Cid murió antes de la batalla, pero que su ejército logró la victoria gracias a su espíritu. Según algunas versiones, el ejército cristiano llevaba el cadáver del Cid en una carreta, y los soldados musulmanes pensaron que se trataba de alguna nueva estrategia para ganar la batalla.