RESPETAMOS EL TEXTO Y SU FORMA DE Sucesos de Valencia : desde el día 23 de mayo hasta el 28 de junio del año 1808 / [Vicente Martínez Colomer] ; láminas dibujadas por Vicente López y grabadas por Tomas López Enguídanos
Mas no porque el Ejercito enemigo estaba ya á las puertas de la ciudad se amilanan sus habitantes: habían resuelto vencer ó· morir, y esta resolucion los hace tan intrépidos y determinados, que á pesar de las victorias de Moncey se mantienen heroicamente constantes.
Desde la mañana del día 25, en que tomaron las armas para acudir al punto de S. Onofre, se comenzó á pertrechar la ciudad del mejor modo posible, según la priesa que el peligro pedía. Cometiósele este encargo á D. Miguel de Sarachaga, Brigadier de los Reales ExerciTos , Coronel del Real Cuerpo de Artillería y Comandante de ella en esta plaza; y los Capitulares de la Ciudad le designaron por compañero á D. Francisco de Paula Isnart Diputado de la misma, para que por su medio se le facilitasen gentes, carruajes y tiros para la conducción de cañones, municiones, pertrechos y todo quanto fuera necesario para el desempeño de una comisión tan importante. La puerta de Quarte que mira á la llanura de este nombre, situada á la banda de poniente , por donde baxaba el enemigo, se previno con un cañon del calibre de 24 colocado en el plano de la calle interior inmediatoo á la misma puerta , y sobre su portal se uso uno de 4 en lo interior de la torre , donde fue preciso derribar algunas paredes para que pudiera manejarse desembarazadamente.
Como las murallas carecían de terraplen , y en muchas partes se hallaban sin parapetos ni almenas, se suplió esta falta con sacos á tierra y maderos, y en las cortinas que corren de una puerta á otra que estaban sin torreones , se hicieron plataformas de madera en la parte interior para la colocación de los añones. En la puerta de S. Vicente que está á la parte de mediodía, se construyó una batería con su espaldon y foso : la de Ruzafa· que está en la misma banda se guareció con tres cañones: y la Ciudadela se presidió con artillteria , artilleros, marineros y gente abonada del paisanage : las puertas del Real., de la ‘Trinidad, de Serranos y de S. Joseph que estan á la parte opuesta, se ocuparon con cañones de 12, 16 y 24; mas los que guarnecian las torres de S. Joseph y Serranos , y la del Temple, eran del calibre de 4 y de 8. Entre la puerta de Quarte y de S. Joseph, donde había en otro tiempo una torre llamada de Sra. Catalina, se puso una batería baxo este mismo nombre con un cañon de 12 y dos de 8 , para contrastar al enemigo que debia baxar tambien por el camino ancho y despejado, que desde la cruz de Mistara corre por la orilla del rio hasta la ciudad.
En algunas puertas, tanto en la parte de afuera como en la interior, se hicieron cortaduras ; parapetos para la fusileria en algunas partes, en otras se colocaron caballos de frisa, y las bocacalles y callizos inmediatos á las entradas se tomaron con parapetos de gruesos maderos, para embarazar al enemigo, si es que llegara á forzar alguna puerta; para cuyo desgraciado caso habia tambien algunas baterías en ciertos puntos de lo interior de la ciudad.
En medio de estos preparativos , un paisano llamado Juan Bautista Moreno , conocido por el renombre del Torero, deseoso de contribuir por su parte á la defensa de la patria, en la mañana del 26 de Junio conduxo un cañon de á 4 al camino de Mislata , resuelto á sostener aquel punto contra el ímpetu enemigo. Con tres paisanos que buscó á su gusto , se mantuvo todo aquel día al lado de su cañón , que tenia cargado á metralla; y por la noche se le enviaron en su ayuda veinte y tres fusileros con tres Cabos para lo que pudiera ocurrir. Al amanecer el dia siguiente se retiraron los fusileros por orden de su Xefe ; pero el Torero asociado de sus tres paisanos no desamparó nunca su cañon , antes bien deseoso de emplearlo á su placer contra los enemigos, dió parte á la Suprema Junta suplicando que le enviase gente para poder sostenerlo. Viendo que se acercaba la noche, que venían avisos de que llegaba el enemigo, y que no se le daba ningun socorro, lo pidió al Xefe encargado de la puerta de Quarte, que lo era el Baron de Petrés , mas siempre habla dificultad en concederle lo que pedia ; ni aun quando se presentó él mismo en persona á solicitarlo , pudo lograr nada : á cuya causa hubo de retirar el cañon bien á disgusto suyo, viendo que era imposible mantenerse á solas en un parage tan avanzado, y donde la fusilería de los muros no podía auxiliarle. Sin embargo tenaz en su mania, lo puso junto al Convento de S. Felipe; mas como tampoco podia servir alli con mucha ventaja , después de haberlo registrado por orden de los superiores , y visto que estaba bien preparado, lo conduxeron á la bateria de Sta. Catalina , y lo colocaron con direccion á la puerta de Quarte. Sobre el muro inmediato á dicha batería se puso un cañon de dos con cureña de mar, que la dominaba soberbiamente , y para su manejo se quedaron los mismos marineros que lo habian conducido.
Desde este punto hasta la puerta de Quarte estaba coronada la muralla de Comerciantes , Abogados , Escribanos , hacendados y otros vecinos de probidad y de honor. La misma clase de personas ocupaba la otra parte de muro que corre desde dicha puerta hasta la plaza del Carbon , á las quales se ·agregó una porcion de voluntarios nuevamente alistados y sin experiencia. Por este lado sirvió la casa de Francisco Tena para el repuesto de víveres y pertrechos de guerra, teniendo generosamente abiertas sus puertas dia y noche para recoger las gentes que quisieran acudir á la defensa de aquel muro , y por la otra sirvió para el mismo objeto el Convento de la Corona, que los Padres Recoletos abrieron con franqueza, y con una caridad propia de su caracter. Como esta parte de la ciudad era la que probablemente: debia atacar el enemigo, casi todo el pueblo concurrió á defenderla , resueltos á perder la vida en sacrificio por la Religion , por el Rey y por la Patria. Era un espectaculo verdaderamente tierno y religioso ver aquellos muros , y aquellos tejados y terrados de las casas y Conventos inmediatos coronados de gentes , á quienes la perfidia de un hombre solo arrancaba del seno de la paz que dulcemente gozaban, y los exponía á la dura precision de pelear por su libertad y por sus vidas. Fiados unicamente en la justicia de su empresa y en la proteccion de Dios , cuya causa hacían, y prevenidos con los santos sacramentos de confesion y comunion , esperaban al enemigo á cuerpo descubierto, sin escudarse mas que con rosarios, escapularios, estampas devotas y reliquias, parte de las quales llevaban pendientes del cuello, y parte habían fixado en las pocas almenas que babia. Los impíos , esa miserable porcion de gentes que insultan á una Religion que no conocen , se burlaran de semejantes escudos ; pero búrlense quanto quieran ellos , lo cierto es que la devocion es una de las virtudes con que el Soldado debe prepararse para la campaña , y que Dios da la fortaleza y la victoria á los que en él creen con perfecto corazón. Las Monjas Carmelitas Descalzas, fiadas en la proteccion del Patriarca S. Joseph, como titular y patrono de su Convento, hicieron correr su retrato por aquella parte de muro y batería baxa , para que le adoraran con afecto devoto, y fiaran de su patrocinio el buen exito de la causa que defendían.
Con estos preparativos estaban los Valencianos el dia 28 esperando el ataque, quando á poco mas de las ocho de la mañana se observó una gran polvareda en el camino que hay desde Quarte á Mislata , é inmediatamente se vió desfilar la tropa enemiga por frente al huerto llamado de Chuliá; la qual , cruzando por todos los cañamares, se derramó por las inmediaciones del molino de las nueve muelas. En los campos donde el trigo estaba acabado de segar, se formó una gruesa coIumna , á cuyo frente se colocó la caballería; y en tanto que se mantuvo descansando sobre las armas á la sombra de la pared del huerto de Carrús , se adelantaron otras partidas á tomar algunos puntos mas inmediatos á la ciudad. A breve rato se vió venir otra porción de tropas ; y tomando la misma ruta, se formó segunda columna en los mismos campos que la primera.
Ordenadas de esta suerte las tropas, llegó al mismo sitio el Mariscal Moncey acompañado de los primeros Oficiales , que le circundaban todos montados y con sable en mano, el qual iba señalando con su bastón los puntos donde debían colocarse las baterías. Con esto comenzaron á avanzar las tropas travesando una acequia por encima de las gavillas de trigo con que la habían cegado, y se apostaron por los callizos del arrabal y plazas de los Conventos del Socorro y S. Sebastian. Avisado el Pueblo de estas operaciones del enernigo , acudió en tropas á guarnecer aquella parte por donde amenazaba.
Pero mientras se hacían estas operaciones, el General Moncey envió de nuevo al Coronel Solano con la misma intimación que el día anterior, añadiendo por ultimo que no admitía medio entre capitular ó morir. Tan dura y arrogante amenaza consternó á algunos individuos de la Junta, que llegaron á vacilar en la eleccion de estas dos fortunas , manifestando un interés ridículo por sus familias ; como si sus familias , sus haciendas y sus vidas no quedaran á discreción de los enemigos, aun quando amigablemente se les abrieran las puertas de la ciudad ; ó como si el tratar de capitulaciones con dios, no fuera tratar de las condiciones de nuestra esclavitud. Su consternacion iba creciendo á proporción de la vehemencia con que el importuno Solano exágeraba las fuerzas del enemigo , la desolación y la muerte con que les amenazaba , y la priesa con que les obligaba á decidirse, corno si alguna perspectiva de conveniencia le estimulara á tan odiosa oficiosidad. Sin embargo, despues de varias deliberaciones se contestó al Mariscal Moncey diciendole, que para la decisión de un asunto de tanta importancia era menester que se congregase la Junta General , y se explorase la voluntad del Pueblo, en cuya diligencia no gastaría mas que los momentos precisos.
Inmediatamente se congregó la Junta General, y después de algunos debates, se resolvió convocar a los Curas de la ciudad, para que por medio e los Electos de las Parroquias se explorase la voluntad de sus respectivos feligreses; pero de esta exploracion no resultó mas qua una voz comun que gritaba: Guerra, guerra. Sin embargo, no satisfecha la Junta de saber por este conducto la decidida voluntad del pueblo, tornó la resolucion de salir al publico y presentarse á las puertas de la ciudad , para manifestarle el extremo apuro en que se hallaba. En efecto, despues de las once de la mañana salió á pie toda aquella respetable comitiva , á excepcion de los Excmos. Señores Capitan General y Arzobispo que iban montados , y el Duque de Castropignano que iba en coche; pero apenas se dexó ver, y no bien hubo comentado á manifestar al pueblo la intimidacion de Moncey , quando no se oyeron mas que estas voces : Guerra, guerra: vencer o morir. Vista esta re solución heroyca , que era la misma que debia esperarse de los intrepidos y arrojados Valencianos, se le comunica al General Moncey con esta breve carta:
Excmo. Señor, el Pueblo prefiere b muerte en su defensa á todo acomodamiento. Asi lo ha hecho enténder á la Junta, y esta lo traslada á V. E. para su gobierno. Dios guarde á V. E. muchos años. Valencia 28 de .Junio de 1808.»
Luego que estuvo escrita , el Presidente de la Junta le propuso á D. Joaquin Salvador, Alguacil mayor del Real Acuerdo, si quería encargarse de conducirla al General Moncey. Este caballero admitió con gusto una comision tan arriesgada como honrosa , por ser la primera declaración de guerra que en la debida forma hacia la España á una Nacion orgullosa é insolente por tantas victorias, bien que conseguidas mas con la perfidia que con las armas. Acompañado de un Trompeta de ordenanza, parte á desempeñar su encargo; pero como los Franceses, siempre infieles, habían rompido ya el fuego contra la ciudad sin otra decision que el mensage remitido por el Coronel Solano, hubo el Caballero Salvador de salir por la puerta del Mar, y dirigirse por Patraix y la Ermita de S. Miguel de Saterna para buscar la retaguardia del Exercito enemigo. Por el camino se vió precisado á baxar muchas veces del caballo, no solo por las zanjas , los fosos y los hoyos encubiertos que le impedían el paso , sino por la muchedumbre de patricios fieles y amantes de su libertad, que preguntando por la verdad de su mensage debia dexar satisfechos , leyéndoles el pliego , y haciendoles ver que no la entrega de la patria, ni capitulacion alguna, como rezelaban ellos, sino la guerra era lo que contenía.
Luego que descubrió la primer centinela ,mandó al Trompeta que hiciese llamada ; y á esta señal se acercó el Oficial que mandaba una de las partidas que alli habia. Preguntóle si debía entregar el pliego en la primera avanzada, ó al General en Xefe ; pero habiendole respondido que habia de ponerlo en propias manos del General, le acompañó hasta la vanguardia , y el Comandante le hizo vendar los ojos segun ordenanza. Escoltado de dos Soldados de caballeria llegó á la. presencia de Moncey, y le entrega el pliego.
Enterado de su contenido , le aparta algunos pasos de sus Edecanes , y le dice :¿ Como es que Valencia está tan obstinada en defenderse? Nosotros somos sus amigos y aliados, Y nuestra venida no es sino para hacerla feliz: toda la España está penetrada de estas ideas ; y sus habitantes obedecen todos , y estan tranquilos. Ademas ¡ que fuerzas tiene para defenderse quando se halla sin tropa?
A esto respondió nuestro enviado : Seguramente tiene V. E. muy equivocadas las noticias , pues no se halla la ciudad tan falta de fuerzas y de recursos como imagina¡: y para humillar su dura altanería, ·fingió que solo de tropa de linea habia mas de seis mil hombres .que acababan de desembarcar de Cartagena. Y en quanto paisanage (le volvió á preguntar Moncey despues de una breve pausa que hizo como para reflexionar), quanto paisanage se reunirá dentro de la ciudad?
Innumerable (repuso): po»dernos contar sobre ochenta y dos , ú ochenta y quatro mil paisanos.
Mayores son mis fuerzas (replicó Moncey ) : diga Vd. á la ciudad , que olvido todo lo pasado , y que si á imitacion de las demas Provincias de España reconoce á Joseph Napoleon por su legitimo Rey, le daré las mayores pruebas de mi alianza y de mi amistad.
No han llegado á Valencia, Señor, semejantes noticias (le contestó) : Valencia no reconoce otro Rey que Fernando Septimo.« Esta expresion encendió tanto la colera de Moncey , que mandandole montar á caballo, le despidió diciendo: Que aquella tarde entraria en la ciudad, y que sus tropas no perdonarían á hombres, ni á mugeres, ni á niños; ni dexarian piedra sobre piedra , puesto que le hacían tan obstinada resistencia. No sé en que podia fundar tanta confianza un General tan experimentado , quando el exito de las batallas siempre es incierto.
Acompañado de los mismos dos Soldados, tomó D. Joaquin Salvador la vuelta de la ciudad por la azud, orilla del rio y callizo del huerto de Chuliá, hasta dexarlo en la esquina del Convento de los Padres Mínimos: habiendo mandado antes cesar el fuego que ardia de entrambas partes. Desde alli comenzó á repetir á sus patricios la coclusion que acababa de desempeñar, y las amenazas con que le habia despedido el orgulloso Moncey ; pero estas amenazas hicieron poca mella en los animos de los esforzados Valencianos. Ni menos acobardó la villana perfidia de que se valieron sus tropas en esta suspensíon , avanzando dos cañones y un obus , y colocándolos donde les acomodo mejor : á un pueblo generoso y magnanimo no le intimidan las negras mañas de un enemigo que solo con ellas sabe hacer la guerra.
Eran entonces las dos y media de la tarde , é inmediatamente se volvió á encender el fuego con muy mayor actividad: pero tornemos lo desde su primer rompimiento , ya que no lo podimos tomar antes por acudir á las contestaciones entre el Mariscal Moncey y nuestra Suprema Junta
Serian las doce del dia quando los enemigos, baxando divididos en tres columnas por la orilia del rio , rompieron el fuego contra la bateria de Sta. Catalina , pero le contestó al momento nuestra artillería· y fusilería con el mayor denuedo. Su Comandante el Teniente Coronel D. Firmo Valles, el Capitan graduado de Teniente Coronel D. Manuel de Velasco y el Subteniente D. Joseph Soler, con aquella serenidad y presencia de espiritu que caracteriza un buen soldado , burlaron las ponderadas é irresistibles fuerzas del enemigo, rechazándolo quantas veces intentó avanzar con· tra aquel punto. Una bala de cañon se le llevó á D. Manuel de Velasco la cucarda y parte del sombrero, mas no por esto se acobardó , antes con mayor corage se mantuvo en su puesto haciendo
fuego vivo contra los enemigo que en vano procuraban avanzar; y al exemplo da este bravo Oficial crecia el valor en todos los que guarnecian la batería, llegando á subir sobre ella, y provocar á los enemigos con los pañuelos que tremolaban en el ayre

.
La fusilería del muro y puerta de S. Joseph, cuyo Comandante era el Coronel de Exercito D. Alexandro Baciero , dirigía con tanto acierto sus tiros, que desconcertaba todas las posiciones militares del enemigo; pero señaladamente el cañon estaba en una situación tan ventajosa, que sus balas desalojaron á Moncey de la Alquería alta donde estaba de observacion , no creyendose seguro en un puesto donde le acababan de volar una pierna á uNno de los Oficiales de mayor graduación que estaban á su rededor.
Entonces fue quando el Exercito dobló con intrepidez por la calle nuevamente llamada del B. Bono, y colocó una batería en la puerta del Jardín Botanico con dirección á la de Quarte, Comienzan á disparar contra ella bala rasa y metralla, y vuelan por el ayre las granadas incendiarias para abrasar la ciudad; pero los Valencianos no se inmutan. El Comandante de artillería D. Miguel de Sarachaga , que se hallaba en esta puerta desde que una ordenanza de Dragones de Nurnancia habia dado aviso á la Suprema Junta del rompimiento del primer fuego , tenia tan bien dispuesto este punto, qual no podia estarlo mejor; como tampoco podían serlo los Oficiales D. Joseph Ruiz de Alcalá que habia destinado para el cañon de la torre, y D. Pedro de Soco para el de la calle.
Habíase abierto una tronera en una de las puertas para que pudiera entrar el cañon en batería, pero no le pareció conveniente á Sarachaga aprovecharse de ella para este efecto, y la destinó para· que su rodillera sirviese de parapeto á la fusileria. De los sesenta hombres poco mas ó menos que estaban destinados para sostener el cañon con el fuego de sus fusiles, sefriló tres á cada una de las puertas para que las abriesen y cerra- sen con prontitud quando lo mandara; y de este modo se sostuvo valerosamente el ataque toda la tarde. El cañon de á 4 que estaba colocado sobre el portal, y la fusilería alta y baxa hacían incesantemente el fuego mas vivo; la de la puerta dirigia el suyo con acierto por la tronera en tanto que se cargaba el cañon , y lo suspendía quando este se hallaba ya dispuesto: entonces abrían á un mismo tiempo las puertas con velocidad, se disparaba el ca ñon que sirvió siempre á metralla, y apenas se había disparado se volvían á cerrar las puertas con la misma prontitud, y la fusilería volvía tambien á repetir su vivo y graneado fuego. Y este metodo que constantemente se observó toda la tarde, burló el esfuerzo de los enemigos. Como el puesto en que se presentaban se reducía á una calle no muy ancha, no se malograba casi ningun tiro: el caño» de 24(1) hacia siempre unos claros considerables en sus columnas, que se rehicieron por tres veces para atacarla ; el de á 4 que estaba sobre el portal, se señoreaba soberbiamente; la fusilería alta y baxa no callaba nunca, de modo que la caballería enemiga que estaba formada en la calle y en la plazuela del Convento de los Padres Minimos , se mantuvo toda la tarde en, inaccion, viendo la imposibilidad de atacar.
A vista de semejantes estragos, la infantería que se presentaba era ya en corto numero , desfilando arrimados á las paredes, y guareciendose en los lindares de las puertas; solo entre ellos hubo un Coronel que con el sable en una mano y un pañuelo en la otra, tuvo la temeridad de avanzar hasta treinta pasos de la puerta con un Tambor y algunos Soldados, pero le salió bien cara su temeridad, porque todos quedaron tendidos en la calle.
En este entre tanto no cesaba el fuego del obus y de los violentos que por la orilla del río se hacia contra la batería de Sta. Catalina y puerta de S. Joseph. La division de Caro que se había dispersado en el combate de S. Onofre, y replegado inmediatamente sobre la ciudad, estaba en defensa del almacen de la polvora, adonde la destinaron baxo el mando del Teniente Coronel D. Joseph Miranda; y desde alli , auxiliados de los paisanos, hacían tanto fuego al enemigo que se vió precisado á formar una batería en el boquete que hay junto á la pechina en el pretil del rio. Era su animo desalojar á los nuestros y abrirse paso para tomar el camino de Barcelona, pero nada pudo adelantar, porque unido Miranda· con el Conde de Romré que estaba tambien á la otra banda del rio , no solo no trataban de de- samparar el puesto, sino que iban avanzando há- cia el enemigo tanto mas quanto iba declinando mas e! dia; de modo que el continuo y vivo fuego de aquella parte, el que de otras les hacían los fusileros, y e\ haberles volado un arcon de municiones que alli tenían, los aterró de manera que acobardados clavaron los cañones y escaparon.
No con menos obstinacion atacaban una parte del muro que cierra la plaza llamada del Carbon, cuyo ruando tenia el Teniente Coronel D. Manuel de Miedes. Habían colocado ventajosamente su batería con direccion á este debil punto; pero tanto el fuego de ella, como el de la fusilería que hacían por las ventanas de las casas que foman la plaza del Socorro, duró no mas hasta que nuestros tiradores que estaban en esta parte de muro , y en los terrados y miradores de las Monjas, los hicieron esconder mal de su grado, sin habernos hecho daño considerable. Al mismo tiempo andaban otras compañías de enemigos por
una partida llamada Arrancapinos , rompiendo las puertas de las casas, y cometiendo mil males; pero como no podian pasar adelante por el agua con que los labradores habían inundado aquel camino soltando las acequias, se mantuvieron en aquella redonda continuando en derribar las puertas de las barracas y alquerías. Una de las que derrocaron fue la del molino de Ventimilla, de cuya casa habiendo sacado lo que mas les vino en gusto, se sentaron en torno de una mesa de piedra que habia fuera; y á la sombra de los alamos que la rodeaban, se pusieron á comer con mucha frescura. Pero quando menos lo pensaron, fueron atacados por una corta porcion de labradores comandados por Miguel García, Posadero de la calle de S. Vicente – montado en un caballo, el qual acostumbrado á batirse varias veces con ellos aquella tarde , los miraba ya con desprecio. Al momento dexaron la comida y se pusieron en defensa, Duraba la escaramuza con empeño de ambas partes, quando auxiliados los enemigos con otras compañías, cargaron sobre nuestros labradores con tanta fuerza, que hubieron de batirse en retirada hasta ponerse buxo la fusilería de la muralla. El caballo que montaba Miguel García quedó tan mal herido, que apenas le quedó aliento para entrar por la puerta de S. Vicente. Entonces uno de los Oficiales que la guarnecían, le dió el suyo para que volviera á incomodar á los enemigos con sus escaramuzas, como lo hizo con su acostumbrado valor.

Con esto, y desalojados los que estaban en las ventanas de la plaza del Socorro, cuyas puertas quedaron hechas astillas por nuestras balas, se asomó uno de ellos por la calle de los Gitanos como para hacer algunas observaciones; y apenas fue visto, quando uno de los nuestros que estaban en el mirador de las Monjas, le disparó un tiro, pero no le acertó. Entonces el atrevido Frances se quitó el sombrero con mucha serenidad , y le hizo una cortesía por delante y otra por detras; pero le costó el descaro, pues otro de los tiradores le pasó el muslo de un balazo, y le hizo .retirar arrastrando y dando gritos de dolor.
Viendo el enemigo que se hacia tarde ya, y que no adelantaba un paso, colocó una batería en otro parage muy mas ventajoso junto á la alquería de Arrancapinosos , desde donde comenzó á disparar sus tiros contra una mal tapiada puerta llamada de Sta. Lucia, cuyo punto mandaba D. Tomás Lopez Sargento mayor del Regimiento de Saboya. Observóse inmediatamente esta operacion desde la puerta de S. Vicente, cuyos Comandantes eran los Comendadores del Orden de S. Juan de Jerusalen Fr. D. Luis Revira Teniente de Navio retirado, y Fr. D. Francisco Albornoz Capitan retirado de Caballería, los quales se portaron con gloria igual á la importancia de su encargo; y viendo que interesaba sumamente distraer al enemigo de aquella empresa , se tomaron al momento las disposiciones necesarias. A la parte de afuera de esta puerta se levantaba una batería, de cuya direccion estaban encargados el Ayudante mayor graduado de Capitan D. Luis Almela, y el Capitan dél Regimiento de Alcazar de S. Juan agregado á la Artilleria IJ. Juan Joseph Peñacarrillo; y como desde la tal batería no podía verse la del enemigo, se ordenó que este Capitan estuviese sobre la torre de la puerta, y el del Regimiento de Voluntarios Cazadores de Valencia D. Facundo Alarcon subiese al campanario del Convento de S. Agustín, para que avisasen los movimientos del enemigo que descubrían desde alli , y dixesen la dirección que debía tomar nuestro cañon. Rompe este el fuego al primer aviso, y al momento los tiros del enemigo que asestaban á la puerta de Sta. Lucia, se dirigen contra esta, pero sin fruto.
Ni las balas del calibre de á 8, de las quales unas pasaban por alto y otras chocaban contra las paredes, ni las de fusil que tiraban de los parages donde se habían emboscado, ni las granadas que disparaban sus obuses, de las que una reventó en el ayre sobre la plaza de S. Agustín que estaba llena de inmenso pueblo, y otra junto al cañon de 24 que había colocado en aquel mismo puesto, no hicieron daño alguno, ni pudieron infundir espanto y confusion en nuestros valientes defensores; antes á la contra sirvieron para acalorarlos mas en el ardor de la defensa. Veinte y nueve fueron los tiros que disparó el cañón de á 4 de nuestra bateria, los qua les, dirigidos conforme los avisos que daban las atalayas, desconcertaron al enemigo , le desmontaron un cañon , y le desalojaron de aquel punto con perdida de algunos caballos , una mula de tiro de artillería, algunos avantrenes , y el carro en que conducían sus municiones , parte de cuyos efectos se conduxo al día siguiente á la plaza de S. Agustín y desde alli á la Ciudadela. En aquel mismo dia se recogieron también de las inmediaciones de, Mislata quatro cañones de bronce del calibre de á 4, abandonados por el enemigo.
Con esto cesó el fuego de una y otra parte, pero no la actividad y valor de los Valencianos, pues aquella misma noche cansados como estaban de lo que habían trabajado en tan gloriosa defensa, reforzaron el muro de la plaza del Carbon por ser el punto mas debil , cubriendolo con sacos á tierra, levantando una plataforma para un cañon que colocaron inmediatamente , y haciendo quanto era del caso, pero con tanta energía y actividad , que el mismo D. Manuel de Miedes que dirigía la obra, dixo lleno de la mas dulce satisfaccion:
»Dichoso el »hombre que logra mandar á una gente que con tanta prontitud se presta á todo.»
Durante la noche estuvieron en continua vela observando los movimientos del enemigo, el qual á pesar de su mucha fatiga estuvo tambien toda la noche sobre las armas, y rodeado de grandes hogueras que encendió en diferentes partes.
El Mariscal Moncey mandó recoger los muertos que quedaron en el campo despues de un combate de siete horas, parte de los quales se arrojaron al rio que corría entonces harto caudaloso , y parte se enterraron en los grandes fosos que se abrieron de proposito , á cuya causa no puede, fixarse su numero. Si hemos de dar credito á un Artillero que llevaban prisionero desde las Cabrillas, y se escapó de la torre de Espíoca quando marchaban amedrentados de nuestros muros, los carros de muertos que recogieron aquella noche fueron sesenta y ocho, y de heridos quarenta : otros dicen que, segun relacion del
Cirujano mayor de su Exercito , ascendían á tres mil entre muertos y heridos; pero sea de esto lo que fuese , la verdad es que sufrieron un destrozo muy considerable.
Se dice que al dia siguiente quería Moncey atacar· segunda vez á la ciudad, y que no lo hizo porque le avisaron las espías que el General Llamas estaba en Chiva; por cuyo motivo comenzó á poner en movimiento sus tropas. A las cinco formó su primera columna, y comenzó la retirada con parte de artillería, algunos carros de municiones, y otros de equipages, A las seis puso en marcha la segunda , tras de ella iban muchos equipages , carros de municiones y de heridos, y una gran manada de puercos, La mayor parte de los Oficiales iban montados, y hacían caminar á la tropa con paso bastante acelerado y en el ultimo trozo se veian quatro Soldados que sobre unas parigüelas llevaban en hombros á uno tendido en un colchon y entre sabanas muy limpias: seguramente debía de ser el Oficial á quien le volaron una pierna en la Alquería alta. Ademas de ser conducido con tanto cuidado, le guardaban algunos Soldados de caballeria que iban en torno de él.

Asi derrotó Valencia delante de sus muros al Exercito aguerrido del Mariscal Moncey, y ahuyentó vergonzosarmente las débiles reliquias que
le quedaron. Para conservar la memoria de este grande acontecimiento se decretó que se reedificasen las almenas , y que en la puerta de Quarte se colocasen dos lapidas con sus inscripciones: las quales , esculpidas con letras de oro en marmol blanco , dicen así :
IPAV CIVIVUS GRATA PATRIA
OB STRENVE SERVATAM REGI VRBEM
MONCEIO DVCE, STRAGE MVLTA
NAPOLEONIS EXERCITVS
DE RELIGIONE REGNO ET AVIT. LARIB.
OPT, MERIT.
SVPR, GVBERN. SEN. DECRETO
H. M. P.
A, MDCCCIX. REGNI OPTATIS FERDIN, VII, A, II,
LA PATRIA AGRADECIDA Á SUS VALIENTES CIUDADANOS.
POR EL GRAN SERVICIO QVE HICIERON
Á LA RELIG, AL REYNO Y Á LOS HOGAR, DE SVS ABYEL.
AHVYENTANDO DESTOS MUROS EN 28 DE JVNIO DE 1808 Á MONCEY
CON GRANDE ESTRAGO DE LAS HVESTES DE NAPOLEON
CONSERVANOO ASI ESFORZADAMENTE LA ClVDAD Á SV REY
POR DECRET, DE LA SVP. JVNT. DE GOBIERNO
PVSO ESTA MEMORIA.
A. AMDCCCIX, EL II DEL REINADO DE N, MVY DESEADO
FERNANDO VII,
(1) Otro cañon del mismo calibre se conduxo tambien á este punto, pero no fue menester hacer uso de él en toda aquella tarde.
TEXTO ACTUAL
Durante la mañana del día 27 de junio el ejército de Moncey apareció organizado en dos columnas. El ataque comenzó por la tarde con una escaramuza de los exploradores a caballo franceses que fueron rechazados en el camino de Quart. Mientras la artillería francesa se cebaba con el centro español, cada columna francesa arremetió contra una de las alas españolas. La caballería francesa encontró el extremo izquierdo del despliegue español en Aldaia y, rebasándolo se situó a la espalda de la línea española; tal y como sucediera en El Pajazo y Las Cabrillas, los paisanos abandonaron sus posiciones en cuanto vieron a los jinetes franceses.
Los soldados veteranos se encontraron en absoluta inferioridad numérica y se replegaron hacia Quart, donde Saint Marc y Caro habían acordado una segunda línea. En menos de una hora, los franceses habían desorganizado el despliegue español capturando una bandera y cinco cañones. Saint Marc aprovechó oscuridad de la noche para abandonar Quart y, atravesando el Túria, unirse al teniente coronel Miranda en la orilla norte del río, mientras que Caro se dirigía hacia Llombai en busca de Cervellón al que suponía en las inmediaciones de Alzira.
En aquel entonces Valencia contaba con unos 100.000 habitantes (1), mientras que las poblaciones circundantes sumaban otros 60.000. Las únicas defensas con las que contaba la ciudad eran una vieja Ciudadela en el lado noreste y una muralla de origen medieval, más bien un muro de mampostería, flanqueada por torres semicirculares. Varias puertas se abrían en la muralla, guardadas por torres de factura sólida. La falta de preparación de la ciudad para hacer frente a un asedio era notable pues se carecía de la dotación correspondiente de artillería, sin más baterías que un corto número de espaldones de sacos y de faginas, formados en ocho días con la precipitación y defectos consiguientes á la necesidad de rechazar una invasión repentina, sinuosos, y sin mas almenas en la mayor parte de su murallas que los nobles pechos de sus valerosos habitantes. (2)
Las defensas que se levantaron fueron dirigidas por el brigadier Miguel de Sarachaga y no consistían más que en parapetos, trincheras, barricadas y algunos puntos fuertes donde instalar la artillería disponible que fue enviada desde el fuerte de El Grao a defender las puertas de acceso en la muralla. En las torres que guardaban la Puerta de Quart se cavó una gran zanja y se montaron un cañón de 4 libras en las mismas torres y otro de 24 libras en la calle tras las puertas. La Puerta de San Vicente se protegió con un foso y se instaló una batería de tres cañones tras la puerta. En la Puerta de Ruzafa se instalaron tres cañones, y en las puertas del Real, de la Trinidad, del Temple, de los Serranos y de San José se emplazaron diversos cañones que iban desde las 4 y 8 libras hasta las 24. Por último, entre las puertas de San José y de Quart, donde anteriormente se levantaba la torre de Santa Catalina se levantó un baluarte improvisado donde se instaló un cañón de 12 libras y dos de 8. Las fuerzas que defendían la ciudad totalizaban unos 20.000 hombres, de los que unos 8.000 podían considerarse tropas de una u otra clase.
A las 8 de la mañana del día 28 de junio una columna francesa se situó a la vista de los habitantes de la ciudad. Poco después se aproximó una segunda columna en la que iba el mariscal Moncey con todo su Estado Mayor los cuales se instalaron en una alquería. Desde allí se envió a un oficial español prisionero, el coronel Solano, con un mensaje que conminaba a la rendición. Aunque la mayoría de la Junta se mostró dispuesta a capitular debido a la falta de recursos militares, el padre Rico tuvo la sagaz idea de someter la oferta a la población. Las autoridades asomadas a un balcón escucharon como respuesta los gritos de guerra, guerra, morir antes de rendirse (3). La vacilante Junta se inclinó de nuevo por la resistencia y envió la siguiente contestación:
El pueblo prefiere la muerte en su defensa a todo acomodamiento. Así lo ha hecho entender a la Junta, y ésta lo traslada a V.E. para su gobierno (4).
En aquella época la ciudad de Valencia estaba rodeada casi en su totalidad por su famosa Huerta, centenares de pequeños campos de cultivo regados por una intrincada red de canales y acequias los cuales se mandaron abrir para inundar los campos, creando así un terreno impracticable para cualquier ejército. El río Túria circundaba el pie de la ciudad por el norte, por lo que los puntos de ataque quedaban reducidos al sur y sureste de la ciudad, a los que únicamente era posible aproximarse desde las carreteras que acababan en las puertas de acceso en la muralla. Así pues, se ordenó atacar las puertas de Quart y de San José. Una batería de artillería formada por seis piezas debería seguir a cada una de las dos columnas de asalto que, a su vez, estarían precedidas por cuatro compañías de élite desplegadas en orden abierto con la misión de rechazar a los tiradores enemigos y preparar el camino al grueso de la columna. A las 10 de la mañana el campo frente a las puertas había sido despejado y los infantes se cobijaron al amparo de los conventos de S. Sebastián y del Socorro.
Hacia las 11 la artillería francesa comenzó a batir los aledaños de la puerta de Quart, causando pocos daños debido al pequeño calibre de las piezas. Sobre las 12 avanzaron las dos columnas de ataque francesas; la columna derecha tenía como objetivo la puerta de Quart, consiguiendo llegar hasta las empalizadas y el foso que la protegían. Sin embargo, allí fue repelida por el nutrido fuego de fusilería que desde las torres les dirigían los defensores al mando del brigadier Sarachaga. Los dos cañones allí emplazados estaban manejados por los artilleros José Ruiz de Alcalá, que dirigía el fuego del cañón del primer piso, y por Pedro de Soto que dirigía el cañón situado tras la puerta, la cual ordenaba abrir para disparar y cerrar nuevamente para proceder a cargar.
Jean Laurent y cía.: “Puerta de Cuarte”, (hacia 1860). Dentro de la numerosa serie de fotografías que realizara este fotógrafo francés afincado en España, Jean (ó Juan) Laurent recogía la imagen de las Torres de Quart (que muestran los impactos dejados por la artillería francesa), vista desde la calle que atravesaba el arrabal de ese mismo nombre, proporcionando una fidedigna descripción visual del angosto espacio por el que hubieron de moverse las tropas de Moncey en sus infructuosos intentos de tomar la Puerta de Quart.
La columna izquierda se dirigió hacia la puerta de San José, pero el camino que llevaba hasta ésta y que bordeaba la orilla derecha del Túria, estaba defendido por el fuerte de Santa Catalina, al mando de los tenientes coroneles Fermín Vallés y Manuel Velasco. Los franceses también llegaron hasta el foso que se había excavado, pero el fuego que se les hizo desde el fuerte también acabó por hacer retroceder a los atacantes. Tras dos horas de combate, los franceses no habían logrado ningún avance y víanse ante las puertas sobredichas dos horribles montones de cadáveres (5) . De nuevo se llamó a la artillería para hacer fuego contra las torres de Quart, aunque su pequeño calibre tampoco iba a resolver ahora la situación.
En este momento, las fuerzas españolas que se hallaban en la huerta de Campanar situada en la orilla izquierda del Turia, al mando del coronel José Miranda y del Conde de Romrée y que incluían las tropas de Saint-Marc que habían sido dispersadas el día anterior, atravesaron el río gracias al bajo nivel de las aguas en aquella época del año, consiguiendo amenazar el flanco izquierdo francés. Los artilleros abandonaron sus cañones y la columna enzarzada en el fuerte de Santa Catalina fue obligada a renunciar a su asalto para hacer frente al inesperado ataque; Moncey ordenó a la caballería y a la reserva de infantería entrar en acción para repeler al otro lado del río a los asaltantes.
Tras haber conjurado el peligro, se reemprendieron los ataques. El general Louis Joseph Cazals, comandante de los Ingenieros, realizó una inspección en persona para elegir el lugar de un nuevo ataque. La causa principal de los fracasos anteriores fue la debilidad de la artillería, asunto contra el cual Moncey no podía hacer mucho, por lo que no le quedaba más alternativa que la de reforzar las columnas de asalto. Se eligió atacar el lienzo de muralla comprendido entre las puertas de Santa Lucía, que estaba tapiada y la de San Vicente, situadas más al sur de la de Quart. Allí dirigía la defensa el coronel Bruno Barrera y la artillería estaba a cargo de los oficiales Francisco Cano y Luís Almela. El ataque comenzó hacia las 5 de la tarde sin mejor suerte que los anteriores ya que el fuego de artillería de los defensores, de superior calibre, consiguió desmontar los cañones franceses. Las pérdidas fueron elevadas, entre las que se encontraba el mismo Cazals, herido por fragmentos de metralla en el pie y por un proyectil que le atravesó un muslo.
Aprovechando lo que parecía el descalabro del enemigo, los sitiados efectuaron una salida desde la puerta de Quart que fue rechazada sin dificultad por los franceses. Si los valencianos parecían inconquistables tras las murallas de la ciudad, eran sistemáticamente batidos en campo abierto. Hacia las 8 de la tarde Moncey dio orden de cesar el combate y evacuar el campo de Valencia para regresar a las posiciones del día anterior situadas entre Quart y Mislata y vivaquear durante la noche.
Moncey calificó sus pérdidas como “numerosas” y el Gral. Musnier de “terribles”. El Gral. Maximilien Foy da un totalde 2.000 bajas (6), cifra que supone la cuarta parte de efectivos y que recogen también el conde de Toreno (7) y otros (8) . El historiador británico William Napier menciona un número de heridos comprendido entre 700 y 800 (9), mientras que Charles Oman cifra las bajas en 1200 (10). Thiers, por su parte, reduce la cifra a 300 entre muertos y heridos, aunque reconoce que en el camino se habían dejado mil hombres enfermos o fuera de combate (11). Sea como fuere, las pérdidas debieron ser suficientes para disuadir a Moncey la continuación de los ataques.
Durante la noche Moncey tuvo que hacer frente a las opciones que se le presentaban. Sus tropas se encontraban desmoralizadas por el inesperado fracaso y, carente de verdadera artillería de asedio no parecía lógico continuar el ataque al igual que tampoco parecía viable esperar la llegada de unos refuerzos de los que se carecía de noticias. Se desconocía la localización exacta tanto de Chabran, todavía a la espera en Tortosa, como de Frére. Moncey sabía de los movimientos en su retaguardia y ante la necesidad de tomar una decisión con rapidez, y para consternación de su Estado Mayor, eligió la retirada.
La ruta hacia Tortosa se presentaba peligrosa, mientras que si regresaba sobre sus pasos tendría que atravesar de nuevo el paso de Las Cabrillas donde se había apostado el general Llamas, por lo que finalmente se decidió por el regreso a través de Almansa. Para ocultar el itinerario, Moncey se situó en Torrent el día 29 de junio, localidad desde la que podía tomar tanto la ruta a Madrid atravesando Almansa o bien la que había seguido anteriormente atravesando las montañas.
La Junta de Valencia, en plena euforia, planeaba encerrar a la división de Moncey entre los difíciles campos de la Huerta. Cervellón recibió órdenes de impedir que los franceses atravesaran el Júcar, mientras que el Conde de Romrée partió tras Moncey con un contingente de 3.000 paisanos que fueron dispersados por la caballería de Wathier.
La situación de Moncey no era muy grata, pues había perdido la iniciativa y era él el acosado. Tras él y en rápida persecución iba el general Llamas que el día 30 había pasado Chiva y Turís, situándose detrás y a su derecha, tan sólo a una jornada de distancia; mientras que en una posición idónea para cercar al contingente francés, se situaba frente a él y a su izquierda el conde de Cervellón. Éste, sin embargo, en una timorata actitud se limitó a instalar seis cañones sobre el río Júcar e inutilizar el puente de Alzira mientras enviaba al general Roca para impedir que los franceses cruzaran por Antella.
Moncey apareció ante este vado el día 1 de julio y mediante la acción de su artillería consiguió dispersar las tropas de Roca que, imprudentemente, habían ocupado las dos orillas del río. Los franceses cruzaron el Júcar sin más problemas, consiguiendo escapar así del cerco. Cervellón se retiró a Alzira, desde donde dominaba la carretera principal que conducía a Almansa. Aunque esa misma tarde llegaron las tropas de Llamas, era ya demasiado tarde para detener a los franceses que se escabulleron utilizando caminos secundarios completando una marcha de 50 km durante la jornada.
Moncey llegó durante la noche del día 2 de julio ante el puerto de Almansa, bloqueado por unos 3000 paisanos armados que, además de estar desprevenidos, permanecieron en sus posiciones sin reaccionar. Moncey ordenó el ataque con las primeras luces del amanecer del 3 de julio, dispersando sin dificultad a los oponentes a los que además consiguió capturar un cañón.
El 6 de julio Moncey entró en Albacete y el 10 de julio llegó a San Clemente, donde se le unió Caulaincourt y supo que Védel y Gobert habían sido enviados a Andalucía (cuyo destino se sellaría en Bailén). Moncey había atravesado más de 500 km de territorio hostil, derrotando y dispersando sistemáticamente todas las fuerzas que se le opusieron en terreno abierto, mientras que no consiguió superar la defensa improvisada que realizaron los habitantes de Valencia, cuya única oportunidad consistía en lograr una defensa efectiva parapetados tras un viejo muro de origen medieval.
Moncey había gozado de una fortuna extraordinaria, ya que cualquier oponente más decidido que el Conde de Cervellón, hubiera podido bloquear con facilidad tanto El Pajazo como Las Cabrillas. En lugar de ello, Cervellón dispersó tropas por toda la región mientras que el grueso de su ejército permaneció alejado de los combates sin efectuar un solo disparo. Ni siquiera aprovechó la ocasión de atacar a Moncey por la retaguardia cuando éste se encontraba atascado frente a los muros de Valencia. Sin duda, un comandante menos pusilánime hubiera hecho que la expedición de Moncey concluyera de modo similar a la de Dupont en Bailén.
En lo que se refiera a la defensa de Valencia, es cierto que aunque de corta duración, tuvo visos de maravillosa. No tenía soldados que la defendiesen, habiendo salido á diversos puntos los que antes la guarnecían, ni otros jefes entendidos sino oficiales subalternos, que guiaron el denuedo de los paisanos (12). Sin embargo, también tuvo mucho de afortunada y algo de inconsciente, pues una ciudad defendida casi en exclusiva por paisanos se enfrentó a un ejército que llevaba una década invicto por toda Europa. Este primer fracaso, que no derrota, de un mariscal de Napoleón fue debido más a la carencia de artillería de gran calibre y a la urgencia con la que se preparó una expedición, cuyo objetivo estaba más cercano a la labor policial que a la militar. También se ha achacado este fracaso a la bisoñez de las tropas de Moncey, aunque sistemáticamente se olvida que resolvieron con éxito cinco combates en su periplo frente a unas tropas que, de igual modo, estaban formadas mayoritariamente por unidades recién formadas o bien por paisanos armados.
El Mariscal Moncey, un hombre honesto, había dirigido con prudencia sus tropas a lo largo de 500 kilómetros de territorio hostil y, aunque muy mermado en efectivos, había mantenido la integridad del contingente que mandó. Este Mariscal del Imperio, que bien hubiera querido nacer español (13), se mostró en todo momento una sincera preocupación por evitar la confrontación con los españoles y el derramamiento inútil de sangre. Así lo muestran sus repetidos mensajes dirigidos a la Junta de Valencia y las órdenes dirigidas a sus soldados para que se comportaran con corrección. En definitiva, hacemos nuestra la afirmación de que …Moncey en esta espedicion condújose de otro modo y no se señaló por los actos de inhumanidad que afeaban la conducta de otros generales franceses…(14).
La misión que se le asignó para someter a Valencia, fue el primer fracaso en su ya larga carrera militar y se convirtió al mismo tiempo en el primer fracaso, que no derrota, de un Mariscal de Napoleón. Al referirse a la expedición de Moncey a Valencia, el General Caulaincourt escribía procurando acentuar la adversidad a la que tuvo que hacer frente el Mariscal:
…La historia conservará el recuerdo del general francés, que con seis mil hombres solamente, atravesó cien leguas de país defendido por sesenta mil furiosos y (fue) insultado durante siete horas (delante de) su capital, a pesar de todos sus esfuerzos…(15).
La decepción sufrida ante los muros de Valencia, antes que a decisiones erróneas de Moncey, fue debida a la carencia de artillería de asedio de gran calibre y a la urgencia con la que se preparó una expedición, cuyo objetivo estaba más cercano a la labor policial que a la militar. En todo caso, los preparativos iniciales parecían suficientes, pues se ha sugerido que se esperaba un cierto entendimiento secreto con algunos elementos en el interior de la ciudad (16), algo que parecía sugerir el informe del Real Acuerdo y firmado por el Conde de la Conquista la noche del 23 de mayo en el que, dirigido a Murat solicitaba un contingente de tropas francesas para restablecer el orden. Existiera o no esa connivencia con el interior de la ciudad, Moncey no pudo sacar provecho de ella.
Se ha achacado también el fracaso de la expedición contra Valencia a la bisoñez de las tropas que formaban el contingente de Moncey, aunque sistemáticamente se olvida que estas mismas tropas resolvieron con éxito cinco combates en su periplo de ida y vuelta. En todo caso, cabe considerar que del mismo modo las tropas que se les opusieron estaban formadas mayoritariamente por unidades recién formadas o bien por paisanos armados. Así pues, los Regimientos Provisionales de Infantería y de Húsares, a pesar de su carácter improvisado, fueron capaces de derrotar y dispersar sistemáticamente todas las fuerzas que se les opusieron en terreno abierto. El escollo insuperable para estas tropas fue la defensa improvisada que realizaron los habitantes de Valencia.
Napoleón no debió considerar de importancia el fracaso ante Valencia, ya que el 25 de julio otorgó a Moncey el título de Duque de Conegliano. En una nota enviada a Savary el 13 de julio el Emperador restaba importancia al fracaso de Moncey: …El asunto de Valencia nunca ha sido de consideración..(17)
La afirmación de Napoleón que el fracaso ante Valencia no era de consideración fue realizada con posterioridad a los acontecimientos y estaba destinada sin duda a minimizar la importancia del fracaso en sí, y no de la misión encomendada. De hecho, la correspondencia emitida por el Emperador durante el mes de junio y los primeros días de julio, muestran que la insurrección en Valencia sí era efectivamente un asunto que, al menos, ocupaba la atención del Emperador. El 7 de septiembre Napoleón emitió un Decreto por el que reformaba la composición del Ejército Imperial en España. El Cuerpo de Observación de las Costas del Océano del Mariscal Moncey pasaría a ser desde entonces el 3er. Cuerpo de Ejército, con el que participaría en las operaciones del segundo asedio contra Zaragoza. Después de esto fue reclamado en Francia, entrando en una suerte de retiro dorado, ya que desde entonces el Emperador no volvió a asignarle ninguna misión de importancia estratégica.
El fracaso de Moncey ante Valencia fue el primer indicio que mostraba que los españoles habrían de mostrar gran resolución y tenacidad en la defensa de puntos fortificados, algo que la ciudad de Zaragoza iba a corroborar poco tiempo después. En todo caso, lo que fue el primer fracaso de un Mariscal del Imperio quedaría disminuido por el desastre de Dupont en Bailén el 19 de julio, cuando todo un Cuerpo de Ejército francés capituló tras duros combates en campo abierto. Ante esta noticia, el recién llegado rey José Bonaparte se vio obligado a evacuar Madrid y en el mes de agosto, tropas valencianas obligaban al General Verdier a levantar el asedio de Zaragoza; en Portugal, tras las derrotas en Roliça y Vimeiro, el General Junot firmaba con los británicos el convenio de Sintra el 30 de agosto, por el que todo su Cuerpo de Ejército evacuaría Portugal en buques británicos. Semejante cadena de reveses alejaban toda esperanza francesa de una rápida resolución en la Península Ibérica, abriendo en aquel territorio lo que iba a convertirse en una cruenta guerra durante los siguientes cinco años.
Tras haber rechazado a Moncey, la Junta de Valencia pasó a la iniciativa y ordenó a las diferentes Divisiones del Ejército de Valencia que se hallaban desperdigadas que pasaran a la acción. La División del General Salinas que guardaba el paso del Coll de Balaguer, ocupó Tortosa permaneciendo allí durante el mes de julio para pasar el Ebro en agosto y sumarse al Ejército de Aragón. Con las tropas que habían participado en la defensa de Valencia se organizó una nueva División que fue confiada al Brigadier Saint-Marcq en auxilio de Zaragoza. La División del Teniente General González Llamas pudo aprovechar la retirada general de las tropas francesas tras la capitulación de Dupont en Bailén, entrando en Madrid en el mes de agosto.
Durante los siguientes tres años, el Reino de Valencia estuvo libre de tropas francesas, En 1811, Napoleón encargó al Mariscal Suchet, quien estaba precedido por un notable éxito en Aragón, la misión de apoderarse de la ciudad de Valencia y su Reino. A finales de febrero de 1810, al mando de unos 9.000 hombres, Suchet pudo llegar hasta las mismas puertas de Valencia. Sin embargo, carente al igual que Moncey de artillería de asedio, se retiró hacia Aragón al cabo de seis días. Sin embargo, en septiembre de 1811 Suchet realizó una nueva intentona sobre Valencia. Antes de acometer contra la ciudad, hubo de vencer la resistencia de la guarnición española que se hallaba en el castillo de Sagunto. La fortaleza consiguió resistir el asalto de Suchet durante un mes y, cuando se encontraba al límite de su resistencia, se presentó el General Blake al mando del Ejército de Valencia y Murcia con la intención de levantar el asedio. Sin embargo Blake fue derrotado el 25 de octubre de 1811 y el castillo de Sagunto se rindió poco después. Libre de obstáculos, Suchet pudo situarse ante el campo atrincherado que protegía Valencia. Las obras de fortificación eran en este momento infinitamente superiores a las improvisadas defensas que se levantaron ante Moncey, pues se contaba con un amplio perímetro que protegía Valencia con numerosos baluartes, un gran foso que podía inundarse con agua, numerosa artillería e infantería de línea. Sin embargo, el campo atrincherado fue tomado en el mes de diciembre y Valencia quedó al alcance de la artillería francesa, que pudo bombardear a placer la ciudad. El general Blake optó por la capitulación el 9 de enero y Suchet pudo entrar en Valencia seis días más tarde.
La defensa que hicieron los ciudadanos de Valencia el 28 de junio de 1808 bien merece un lugar en la historia, no sólo por haber rechazado a un Mariscal del Imperio. Corta en el tiempo e intensa en las emociones, casi sin medios materiales y con fortificaciones improvisadas, fue también afortunada y, porqué no, inconsciente. Aquellos paisanos que se encaramaron en sus murallas no se pararon a pensar que frente a ellos se situaba un ejército que llevaba una década invicto por toda Europa. Atendiendo a lo anterior, el siguiente texto laudatorio aparecido en la Gaceta de Valencia no se nos antoja exagerado:
…Ciudad de Valencia, alza tu frente de corona de lauro inmortal, teñido en la sangre pérfida de los negociadores de la esclavitud y del oprobio, muestra al universo que 18 años de silencio no han debilitado la dignidad y tu entereza y dile que el Señor de los Exércitos armó tu diestra el dia 28 de junio y aterró al pie de tus murallas á los vencedores de Austerlitz y de Marengo y á los amedrentadores del mundo…
_______________
NOTAS
(1) La ciudad de Valencia era entonces la segunda más poblada de España, no siendo superada en población por Barcelona hasta la década de 1820; Joan Serafí Bernat i Martí y Miquel Angel Badenes Martín dan la cifra de 103.918 habitantes citando el censo de Floridablanca de 1787 en: “Crecimiento de la población valenciana. Análisis y prevención de los censos demográficos (1609-1857)”, Ed. Alfons el Magnànim, Valencia 1994; por su parte David-Sven Reher cifra en 100.687 los habitantes de Valencia en 1787 en “Ciudades, procesos de urbanización y sistemas urbanos en la península ibérica (1550-1991)”, en VV.AA.: “Atlas histórico de las ciudades europeas. Vol. I. Península Ibérica”, Centro de Cultura Contemporània de Barcelona y Salvat Editores, Barcelona 1994, pp. 1-29.
( 2) ANÓNIMO: “ Manifiesto que hace la Junta Superior…” (Op. Cit.), pp 21 y 22.
(3) ANÓNIMO: “ Manifiesto que hace la Junta Superior…” (Op. Cit.), p 7.
(4) GENOVÉS, (Op.Cit.), p 87.
(5) AGUSTÍN PRÍNCIPE, Miguel : “Guerra de la Independencia. Narración histórica de los acontecimientos de aquella época”, (3 vols.), Imp. del Siglo a cargo de Ivo Biosca, Madrid 1846, Vol. 2, p 212.
(6) FOY, Maximilien Sebastien: “Histoire de la guerre de la Peninsule sous Napoleon, précédé d’un tableau politique et militaire des puissances belligérantes”, Baudouin Frères Éditeurs, París 1827, Tomo III, p 259.
(7) TORENO, José María Queipo de Llano, Conde de: “Historia del levantamiento, Guerra y Revolución de España por el excmo. Sr. Conde de Toreno precedida de la biografía del autor escrita por el excmo. Sr. D. Leopoldo Augusto de Cueto”, Ediciones Atlas, Madrid 1953, Vol. LXIV, p 97.
(8) AGUSTÍN (Op. Cit.), p 212.
(9) NAPIER, William: “History of the War in the Peninsula and in the South of France; from the year 1807 to the year 1814”, (4 vol.), Carey and Hart, Philadelphia 1842, Vol. I, p 58.
(10) OMAN (Op. Cit.), p 136.
(11) THIERS, Louis Adolphe : “History of the Consulate and the Empire of France Under Napoleon”, Henry Colbrun, Londres 1850, Vol. IX, p 69.
(12) TORENO, Op.Cit., p 97.
(13) (Op. Cit.), ver nota al pie nº 171 en la página 146.
(14) LAFUENTE, (Op.Cit.), p 338.
(15) Recogido por PIGEARD, Alain en: “La expéditión de Moncey à Valence”, en Gloire et Empire nº14 (sept. 2007), p 34 (la traducción del francés es nuestra).
(16) NAPIER, (Op.Cit.), pp 57 y 58.
(17) Nota de Napoleón al General Savary, en PLON, Henry (ed.): “Correspondance de Napoléon 1er, publiée par ordre de l’Empereur Napoléon III”, Imprimerie impériale, París 1865, (Tomo XVII), nº 14.192 p 379 a 383 (ver Anexo Documental).